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miércoles, 30 de octubre de 2013

XUL SOLAR


 Óscar Agustín Alejandro Schultz Solari nació en San Fernando (Buenos Aires), en 1887. Entre 1911 y 1924 recorrió Europa y tomó contacto con las vanguardias artísticas, de las que tomó diferentes aspectos con los que creó un estilo muy personal. Fue de los primeros artistas que , en Europa, acogió los movimientos de vanguardia: cubismo, fauvismo, futurismo, expresionismo, surrealismo, y principalmente Paul Klee; pero suyos son los símbolos oníricos que aducen un ámbito de fábula por la firmeza del color, habitando sus espacios por curiosas figuras: soles, castillos, caminos, montañas, serpientes, horóscopos, laberintos, signos. A su regreso a Buenos Aires, entre 1924 y 1927, colaboró como ilustrador en la revista Martín Fierro. Personaje excéntrico e ingenioso alcanzó una gran cultura, que exhibía con sencillez y gracia poco común. Como indicativo de la misma cabe señalar que se expresaba en diez idiomas, configuró una importante biblioteca, era lector de todas las materias, interesado en religiones orientales o en leyendas. El literato argentino Jorge Luis Borges lo definió como "Hombre versado en todas las disciplinas, curioso de todos los arcanos, padre de escrituras, de lenguajes, de utopías, de mitologías y astrólogo, perfecto en la indulgente ironía y en la generosa amistad, Xul Solar es uno de los acontecimientos más singulares de nuestra época".
 Su pintura acoge un mensaje esotérico, el cual le califica y define con carácter original y lo aparta del automatismo surrealista. Es su lenguaje neocriollo, cuya teoría estética es fundada en consideraciones astrológicas. Se nutre de inocencia, sabiduría hermética e ironía. En su producción local, se colma de otros signos: escaleras, torres, cúpulas, muros, grafía. máscaras, mostrando mayor preocupación por su exotismo que por soluciones plásticas. Cada uno de sus pequeños cuadros en acuarela encierra una anécdota, un relato resuelto mediante signos pictográficos. Xul Solar, por la calidad de su pintura de contenido poético y metafísico cuando no de concepción mística y visionaria, no tiene ni ascendencia ni descendencia en el arte latinoamericano. Xul Solar es un nombre que habla de una poder: el poder creador. Un nombre aún no suficientemente reconocido. Xul perteneció a la estirpe más extraña y restringida de los creadores: la del artista visionario. Para Xul, el universo, lo real, no es la sucesión de los hechos, el abanico desplegado de los seres y de las formas. En su nervadura más sutil, lo real es torrente constante de visiones. Lo real es la suma de los veloces aleteos del colibrí. Sólo aquellos movimientos de las alas de la ligera ave danzarina son lo real. Ese movimiento sólo puede ser recuperado, conservado, a través de una visión. Xul vio los aleteos del colibrí invisible. ¿Acaso desde allí proceden las visiones que pueblan su obra? Xul nació en la provincia de Buenos Aires, Argentina, en 1887. Abandonó el mundo humano en 1963. En 1912 subió a un barco que lo debería llevar hasta Hong Kong. El destino torció el timón de la nave y lo condujo hasta Londres. Allí inicia una peregrinación por distintas ciudades europeas que concluyen en 1924 cuando regresa a la Argentina. En una librería de Turín halló un ejemplar del almanaque del Der Blauer Reiter, el jinete Azul. Allí relumbraban las imágenes pictóricas del expresionismo, el más importante movimiento pictórico de la primera mitad de este siglo. A este movimiento pertenecieron Kandinsky, Marc, y Klee. Para los expresionistas, la pintura es el anhelo de lo remoto, un hacer visible lo invisible, un expresar una necesidad interior. Lo real palpita replegado, oculto, en el corazón interior, intangible, de las cosas. Por eso, para pintar lo que es la realidad hay que hurgar en la propia intimidad, y liberarse del afuera, de la representación del mundo tal cual parecer ser.   El pintor debe traer, convocar la realidad lejana mediante símbolos y formas extrañas y vivaces combinaciones de colores. Igual que para los expresionistas y para el pintor uruguayo Joaquín Torres García, para Xul el mundo es misterio que se descifra, si quiera parcialmente, a través de la imagen simbólica mítica, onírica. De ahí el amor de Xul por la historia de las religiones, los mitos antiguos, la filosofía hermética y el simbolismo astrológico y cabalístico. Los símbolos que imperan en las pinturas de Xul son dragones, banderas, serpientes, altares, imágenes de tarot, signos astrológicos, esvásticas y escaleras. Xul adepto al esoterismo, compartió esas inquietudes en muchas ocasiones con su gran amigo: Jorge Luis Borges. Coincidencias de dos espíritus devotos de lo fantástico. Varias tardes el escritor y el pintor se reunieron en una casa de Buenos Aires, ubicada en Laprida 1212. Actualmente allí existe el Museo Xul Solar. Allí aún perdura una de las mejores bibliotecas que el creador de Ficciones halla visto. Cerca de aquella biblioteca de volúmenes en varios idiomas sobre los saberes de Oriente y Occidente, Xul y Borges se abocaban a una gozosa y compartida lectura de Swedenborg y Blake, otros místicos como el habitante de la casa de la calle Laprida. Ni bien regresó a Buenos Aires, Xul se integró a la vanguardia de la revista Martín Fierro, donde también palpitaron Macedonio Fernández, Borges y Girondo. Hombres todos nutridos por las musas de la literatura. En otro importante creador literario de la Argentina, en Leopoldo Marechal, Xul causó una candente impresión. En la excelsa obra de Marechal, en Adán Buenos Ayres, en su séptima parte, se narra el descenso al infierno iniciado en Saavedra, un barrio de Buenos Aires. El narrador y el astrólogo Schultze iniciaron su incursión en Cacodelphia, la ciudad de la tribulación y el sufrimiento, contraparte de Calidelphia, la ciudad celestial. El astrólogo Schultze es al mismo tiempo Xul Solar, nuestro pintor visionario.
 El genio de Xul no sólo se expresó mediante la pintura. Liberó también su pulsión inventiva a través de un panajedrez; una panlengua; una recreación del español, el neocriollismo; un tipo de teatro de títeres para adultos. El panajedrez, panjuego, o ajedrez criollo, se diferencia del ajedrez convencional por su cantidad de casillas. Posee 13 en lugar de las ochos habituales. La cantidad de piezas son 60, en lugar de 32, con 30 correspondientes a cada jugador. Las casillas se correlacionan con el tiempo...y las constelaciones y signos zodiacales. La partida se comenzaba fuera del tablero. La anotación de las jugadas puede generar palabras, motivos musicales y pictóricos. El juego así no sólo admite las combinaciones de movimientos sin fin. También permite estimular la creación musical y pictórica. Xul solar convirtió su existencia en irradiación creadora. Xul (luz) Solar. Pero su luz no es la claridad que deja ver los objetos, los seres y realidades ya existentes. Su luz intensa es un lápiz de punta ígnea que traza en el espacio nuevas formas de creación. Las visiones que muestran el colibrí secreto, que vuela y vive dentro de un cielo sutil, secreto, donde el realismo se pinta con los colores y formas de la fantasía.

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